Le BEATITUDINI FONDAMENTALE RIFERIMENTO della CULTURA dell’OCCIDENTE. “La Storia dell’Occidente e dell’Europa si presta a molte letture”. Ecco quella della prospettiva della Comunicazione Sociale, volta a contribuire ad identificare l’identità occidentale.

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LAS BIENAVENTURANZAS EN LA CONFIGURACIÓN DE OCCIDENTE.
Un proceso de integración de valores visto desde la Historia de la Comunicación
©Jesús Timoteo Álvarez, Ingrid Schulze. Septiembre 2018.
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Il ragazzo con la lampada Ferdinand Georg WaldmullerUn “saggio breve” in lingua spagnola di Jesús Timoteo Álvarez e Ingrid Schulze, pubblicato da Aladinews, suddiviso in tre parti:

- Prima parte: https://www.aladinpensiero.it/?p=86677

- Seconda parte: https://www.aladinpensiero.it/?p=86700

- Terza (ultima) parte: https://www.aladinpensiero.it/?p=86717
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Resumen/Abstract
La Historia de Occidente y de Europa tiene muchas lecturas. Desde una perspectiva poco o nada utilizada, la de la Comunicación Social, queremos identificar la identidad occidental, los factores que la han hecho propia y diferente de otras, su espíritu corporativo, los principios que consolidan su propia existencia y que han sido transmitidos generación a generación. Tomamos como referencia de esa acumulación de factores elementales un paquete de valores primigenios recogidos en uno de los textos sagrados fundacionales de nuestro modo de ser, el Sermón de la Montaña.
En ese cuadro metodológico encontramos hasta cuatro estratos o estadios que se han ido sumando y ajustando en una evolución que arranca de lo sagrado, evoluciona a lo laico y culmina en el uso comercial. El primer estrato lo definimos como “Virtudes Heroicas” y acumula los principios proféticos de constitución de la sociedad primigenia como son la misericordia o el anhelo de justicia. El segundo estrato lo definimos como “Derechos Humanos” y supone por una parte la laicización de las virtudes originales que pasan a ser decoro de los Príncipes (la misericordia por ejemplo deriva en caridad) y por otra parte la sacralización (“teologización”) de valores esenciales como la dignidad humana y la libertad individual. El tercer estrato que definimos como “Derechos Políticos” transforma en principios legales y obligatorios (Libertad, Igualdad y Fraternidad) los fundamentos sagrados y laicos de los anteriores estadios y consagra como anteriores a cualquier ley civil otros valores como la solidaridad o el humanismo. El cuarto estadio que definimos como “Valores Diluidos” explica la universalización cuantitativa (alcanza a animales, plantas y otros) más que territorial del alma de Occidente y el uso comercial y político a la carta, según gustos casi individuales, de todos ellos. Es así como un viejo principio moral como la misericordia acumula en los siglos, sin renunciar a ninguno de sus sentidos, elementos como la caridad, la fraternidad, la solidaridad hasta el buenismo y, al final, los movimientos de defensa de los animales o las cadenas de venta de productos indigenistas.
Todo eso es Occidente visto desde el comportamiento identitario que la Comunicación Social ha ido estableciendo a lo largo de los siglos.

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1º. Proposición.
La Historia en general ha leído la evolución de las sociedades desde perspectivas muy dispares incluidas naturalmente las Ciencias Sociales. El Derecho, la Política y sus derivadas de conflictos y guerras, la Administración, el Arte, el Pensamiento y las Ideas, etc. son frecuente línea de análisis historiografico. Pero esto no sucede con la Comunicación Social y su Historia, aunque se trate de un factor presente por doquier desde los mismos orígenes. Se ha trabajado bastante en las últimas décadas sobre historias parciales referidas a historia del periodismo, de la imprenta, del cine, de la propaganda, de los medios, etc., pero siempre con una perspectiva parcial, instrumental y normalmente muy local.
No se ha tenido mucho en cuenta que la Comunicación Social se propone y posiciona como elemento primigenio en la configuración de las sociedades. Desde hace ya décadas, ciencias de frontera de todo tipo, desde la geología, a la biología, a la zoología, a las neurociencias insisten y prueban el soporte físico-químico de lo no visible o de las conexiones sociales, de lo intangible y lo colectivo como elemento estructural en la constitución básica y evolución de los grupos humanos. Las ciencias naturales y en particular la física están relanzando las grandes cuestiones de la metafísica, están forzando la salida de un pensamiento único y homogeneizado que fue impuesto por las ideologías, en particular por el marxismo y el neo liberalismo, a lo largo de todo el siglo XX, están provocando la vuelta a lo sagrado y primigenio. La lingüística ha desarrollado aceptados conceptos de “inteligencia grupal” o colectiva deducidos de la idea de “inteligencia conectiva” de Derrick de Kerckhove. La biología ha desarrollado y estudiado la “inteligencia múltiple” e “inteligencia distribuida” (con la que funcionan las colmenas, termiteros, bandas de pájaros o manadas de carnívoros cazadores). Desde la antropología la Profesora Sarah Hrdy propone como una clave de la evolución humana la “parentela”: la práctica de encargar a las abuelas y parientes el cuidado de los niños mientras los padres buscaban comida o seguridad; la relación niños-clan desarrolló principios de supervivencia, competencias mentales (¿memoria genética?), que la profesora posiciona en el neocortex cerebral. Edward O. Wilson, desde la sociobiología, propone la cooperación grupal (la llama “eusocialidad”) como el elemento diferenciador de la evolución humana en relación a la de los simios: la defensa del clan contra los peligros y la estrategia grupal para la caza forzaron la aparición de estructuras grupales, con diferenciación de roles y división del trabajo en los clanes humanos. En la misma línea, el filósofo de la ciencia Kim Sterelny afirma cómo el “conocimiento grupal” (de clan, de familia), sostenido por mecanismos cognitivos innatos, garantizaba un aprendizaje modular (por sectores: salud, alimentación, higiene, vestido, organización,…) que fue el que permitió la adaptación al duro ambiente en el lejano Pleistoceno; sólo el aprendizaje “grupal” hacía posible la capacidad de entender con rapidez las competencias e intenciones de los otros miembros del clan, del “grupo”, única posibilidad de organizar un comportamiento colectivo hacia un fin condividido como la defensa frente a peligros inmediatos, la organización para la caza o los modos de convivencia. Estos “conocimientos” no pueden ser adquiridos ni fijados en el curso de una generación sino transmitidos y amplificados a lo largo de siglos y plasmados con el tiempo en fórmulas que suponen los principios de lo que consideramos hoy civilización.
La sociedad humana avanza por tanto y sobrevive inventando o tratando situaciones físico-metafísicas del tipo de preguntas y respuestas sobre el dolor y la muerte, sobre el amor, el valor y los sentimientos, sobre el futuro. Cómo mitigar el dolor de un niño que ha perdido a su madre, cómo entender el porqué de la violencia, cómo explicar los usos y costumbres en cosas básicas como el comer, la enfermedad, el vestir, la higiene. Todo un territorio que va poco a poco, siglo a siglo, constituyendo el entramado de la supervivencia del clan y la tribu, todo un espacio que es previo a las primeras leyes y normas, anterior a la política y a la administración. Es la identidad, el espíritu o alma del grupo y del individuo. Todo ello es el entramado originario de la Comunicación Social .
Códigos, mandamientos, listados de virtudes y vicios, plegarias, canciones, juegos, ritos, etc., reproducen la memoria del clan, su aprendizaje es un signo de identidad, su cumplimiento es garantía de fidelidad y de éxito. Richard Dawkins propone en 1976 (El gen egoísta/The Selfish Gene)) un neologismo, “meme”, en paralelismo fonético al “gen”, como la unidad básica de información en la transmisión cultural, mediante el cual tiene lugar el mantenimiento de lo aprendido de un individuo a los siguientes, de una generación a otra y en esa transmisión – evidentemente oral en los principios – se va constituyendo el relato, la tradición, la identidad, la Comunicación Social de un clan.
Desde esa perspectiva de la Comunicación Social, seguir la intelección y comprensión de esas unidades básicas de información (podemos llamarlos “memes”) que están en la base de una civilización es seguir la historia de esa civilización ofreciendo un punto de vista potencialmente nuevo.
Vamos a intentarlo aquí con uno de esos “paquetes de información” o “memes” más definidores de la cultura occidental, el “Sermón de la Montaña”, las Bienaventuranzas. Para demostrar sobre todo nuestra hipótesis de que la Comunicación Social es más que medios, más que propaganda, más que tecnología y de que los estudios históricos se pueden beneficiar de lecturas total o parcialmente novedosas aportadas por los estudios propios de esa Comunicación Social.
Una consideración previa es recordar que la evolución en Historia de la Comunicación no se produce ni por ciclos como en Economía ni por dialéctica o ruptura como en Política sino se produce por acumulación, por suma de estratos o escalones. Cada nuevo estrato se superpone al anterior sin anularlo ni destruirlo (la llegada de la televisión por ejemplo, no eliminó a la radio) sino que suma nuevas modos de hacer a las funciones básicas de la Comunicación Social que son la creación de identidad, del sentido de grupo, de valores compartidos, de control social, de justificación del poder y similares

2º. Evolución histórica de los valores de “El Sermón de la Montaña” (Mateo, 5, 3-10).
800px-bloch-sermononthemountEl Evangelio de San Mateo (5,3-10) dice lo siguiente: “Bienaventurados los pobres de espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos. (Versículo 3) Bienaventurados los mansos: porque ellos poseerán la tierra. (Versículo 4) Bienaventurados los que lloran: porque ellos serán consolados. (Versículo 5) Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán saciados (Versículo 6) Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos obtendrán misericordia. (Versículo 7) Bienaventurados los limpios de corazón: porque ellos verán a Dios. (Versículo 8) Bienaventurados los pacíficos: porque ellos serán llamados hijos de Dios. (Versículo 9) Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos. (Versículo 10)”.
El Sermón ha sido entendido como un texto referente del Cristianismo y ha sido trabajado fundamentalmente por teólogos y/o moralistas. Nosotros creemos que ofrece otras posibilidades. Fue sorprendente, radical, rupturista cuando Jesucristo lo lanzó y lo ha venido siendo a lo largo de toda la historia. Es llamativo presentar como código de conducta actitudes y valores como la humildad, la mansedumbre, la sensibilidad y tristeza ante los males del mundo, el afán de justicia, la misericordia, la bondad, la paz, la acción en defensa de todos esos valores. Todo ello basada en el reconocimiento de una justicia superior, natural, por encima de la ley, en el reconocimiento del amor al prójimo tanto como a uno mismo, aunque este prójimo sea enemigo, en el reconocimiento de la dependencia del hombre de una estructura o estadio superior que, naturalmente, es Dios. Ha sido a lo largo de los siglos espejo en cuyo reflejo se han mirado muchos de los grandes hombres de occidente. No es el único pero es sin duda uno de los paquetes básicos de los valores occidentales: miles de humanos han guiado sus vidas por esos principios y otros miles de humanos han sentido su no cumplimiento como una carencia, un pecado, una sensación de culpa.
La interpretación de las bienaventuranzas ha estado en manos de expertos en Sagrada Escritura y de teólogos siendo consideradas exclusivamente como un texto sagrado. Pero, además de un texto teológico o sagrado son un pilar, uno de los cimientos del modo de ser occidental. Y desde esta perspectiva su interpretación ha variado a lo largo de los siglos. Dependiendo de la percepción de cada época, de una opinión pública dominante y ortodoxa, de un consenso manufacturado con frecuencia, de un sentido laico en la mayoría de los casos.
Ateniéndonos a la cronología y épocas que la Historia de la Comunicación establece, distintas de las de la Historia Política o de la Historia Económica, consideramos que esta visión “social” de las bienaventuranzas y de su entendimiento ha atravesado al menos cuatro estadios o estratos superpuestos en los últimos dos mil años de nuestro mundo más próximo. Esos cuatro grandes estadios vienen configurados por las estrategias que la Comunicación Social ha venido utilizando en cada una de ellas para el establecimiento y construcción de las sociedades, de los comportamientos colectivos, de las relaciones e identidades, basado ello en la construcción de mayorías, de opinión favorable, de la ortodoxia, del consenso, de marketing, etc., hasta nuestros días. Las creencias, los comportamientos, las grandes decisiones políticas y humanas que Occidente ha ido estableciendo e imponiendo a los largo de los siglos han nacido y operado a la sombra siempre de esos “paquetes de conocimiento” colectivo (“memes”), de esos referentes de principios y valores de actitudes entre los que las Bienaventuranzas ocupan un puesto prioritario.
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SECONDA PARTE
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VIRTUDES HEROICAS. El primero de esos estadios está relacionado con la evolución de las sociedades iniciales, define los principios morales necesarios para la supervivencia de las mismas, establece un marco de ley natural previo a las leyes y a la política, ha quedado recogido en los libros sagrados y en la religión.
El primer de las sociedades, desde el punto de vista de la Comunicación Social, es el Mito y la Religión. El Mito nace para dar respuesta a los esenciales problemas primigenios del tipo del nacer y de la muerte, del sentido de la vida y de la enfermedad, de los miedos y del futuro. No es un sistema que explique ni geografía ni física sino que es un sistema que propone formas de vida y referentes a imitar tanto individual como colectivamente, es guía del comportamiento. Es válido en la medida que es útil. De esa forma se organiza la intelección de los saberes tal como quedaron plasmados en los grandes libros de los orígenes, en las narraciones mitológicas y, sobre todo, en las religiones
Mito y Religión son el primer gran sistema de Comunicación Social. Ofrecen a los individuos y a las sociedades una identidad, una explicación a sus más profundas preocupaciones y preguntas: por qué sufrir, por qué es “honorable y digno morir por la patria”, por qué soportar y, sobre todo, por qué la muerte. El Mito fue y se definió como una forma de conocimiento, de acceso a la información necesaria para resolver los problemas fundamentales de la vida. Y la religión fue la plasmación y organización del mito. Las “comunidades de fe”, al enfatizar la igualdad moral de todos sus miembros (“quizás tu seas rico y yo sea pobre pero de alguna manera no eres mejor que yo porque todos somos iguales ante los ojos de Dios”), fundamentan y fomentan el espíritu altruista y de cooperación, dentro de una comunidad de creyentes. Las religiones produjeron “ventajas evolutivas y (en esa forma) la selección natural ha favorecido con toda probabilidad a grupos con creencias religiosas más firmes”. El salto del mito a la religión es un proceso lógico: en alguna manera la religión organiza la mitología y es en ese sentido la religión es el primer gran sistema organizado de Comunicación Social .
Los principios recogidos por las Bienaventuranzas vienen en línea directa del Viejo Testamento pero definen también la tradición platónica y el clasicismo. Seneca propone una humanidad armonizada por un natural vínculo de hermandad que responden al ritmo de la armonía del universo, a leyes “divinas” de la naturaleza, al anhelo del espíritu que vuelve la esencia humana semejante a la divinidad. Pericles en su conocido “Discurso a los Atenienses” del año 461 a.C., proclamaba cómo actuaban los atenienses: “se nos ha enseñado a respetar aquellas leyes no escritas que residen en el universal sentimiento de lo que es justo y de lo que tiene sentido”; “cada Ateniense crece desarrollando una feliz versatilidad, la confianza en sí mismo, la rapidez para afrontar cualquier situación y así y por esto nuestra ciudad está abierta al mundo y nunca expulsamos a un extranjero”. La mejor síntesis de esta línea de pensamiento clásico la encontramos en el libro XXII de La Ciudad de Dios. En el se analiza la identidad del hombre, que se sitúa fuera de nuestro ámbito físico, en un “cielo nuevo y una tierra nueva”, en una ciudad “peregrina en la tierra”. Piensa con Cicerón y los platónicos que la salvación del mundo viene dada por algo que está antes de las leyes del mundo, por la fe en Cristo, que, habiendo superado la muerte, muestra y manifiesta como el hombre puede superarla siguiendo sus pasos, imitándole. Utilizando citas de Cicerón y de la Sagrada Escritura intenta desarrollar cuál es la verdadera naturaleza humana que se sitúa al final y fuera de nuestro recorrido.
Así es como, en las fronteras de los imperios teocráticos (los judíos frente a los egipcios y los griegos frente a los persas), nacen los cimientos del mundo occidental y tienen que ver con los valores recogidos, entre otros paquetes de información, por las bienaventuranzas. Esos iniciales valores y referencias se establecen en torno a dos realidades y conceptos. El primero es aquellos que personifican tales valores: el “Héroe” para los griegos, el Sabio y Justo para los judíos. Todos ellos responden a un perfil que está presente en Pericles, Séneca o Cicerón y en modo muy claro en el Libro de la Sabiduría. En realidad Jesucristo simplifica y expresa en modo más radical lo que estos capítulos de la Sabiduría recogen: 1) la justicia es, como Dios, inmortal y por eso deben amar la Justicia los que gobiernan la tierra; 2) los misericordiosos, los que cuidan del pobre, respetan a las viudas, a los ancianos y a los niños, alcanzarán la benevolencia de Dios; 3) los que sufren persecución por ser justos se verán beneficiados porque han sido probados y encontrados dignos de ser hijos de Dios; 4) que no se sientan malditas las estériles ni los eunucos porque el ejercicio de la virtud y del conocimiento tendrán la inmortalidad en su recuerdo y serán reconocidos por Dios; 5) de nada sirve el orgullo, ni la riqueza, ni la arrogancia, porque pasan como la sombra o la fugaz noticia y no queda nada de su paso mientras los justos permanecerán para siempre; 6) “escuchar, reyes, y entender; aprender todos los gobernantes de las regiones de la tierra; abrid vuestros oídos los que guiais a las multitudes y os sentís orgullosos de las masas que os siguen: el dominio y el poder os han sido dados por Dios….para que gobernéis rectamente….y eso es la Sabiduría” (6,1-11); 7). Y en boca de Salomón: “un rey sabio es la prosperidad del pueblo”(6,24); “recé y me fue dada la inteligencia…y el espíritu de la sabiduría…la prefería a los tronos…y a la riqueza…a la salud y a la belleza…la prefería incluso a la luz porque el esplendor que (la Sabiduría) proclama, no tramonta” (7, 7-12). Quienes gobiernan, quienes dirigen a los pueblos están obligados a responder a una moral que es aristocrática, por ejemplar e intachable, porque es de ahí de donde nace su autoridad y se fundamenta su poder. No son “reyes” por descender de un Dios como en Egipto sino porque son ejemplares, modélicos, sabios, justos y héroes.
La otra realidad y concepto de interés para nosotros es el de los Profetas y la Profecía. Del judaísmo heredamos el concepto de Profecía, una función esencial en nuestra civilización que establece una distinción clara entre la “Potestas” o decisión aceptada y tenida a priori por justa y la “Auctoritas” o poder impuesto de la ley. En el Antiguo Testamento la Profecía representó el enfrentamiento y la oposición desde personajes ajenos al sistema que saben leer el signo de los tiempos frente al poder político y sacerdotal dominante. Representan la voz de Dios para condenar la injusticia y presentar el camino de redención, la salvación y la paz. Los ancianos que guían el pueblo con Moisés reciben un poder carismático de Dios que les da poder de profecía por encima de la ley. Esta idea de pacto directo de Dios con el pueblo, con los profetas de intermediarios, es necesario para oponerse a la injusticia y a la burocracia sacerdotal y es una idea fundante de la democracia occidental, del pueblo como fuente del poder.
Se trata de una importante novedad frente a la teocracia de Egipto y de los reinos orientales que identificaban divinidad y poder. La Justicia se separa del poder sagrado y se sitúa en una esfera trascendente, de Pacto previo. Yavé es garantía directa de la Justicia social y política. Se separa soberanía política y sacralidad (religión) haciendo posible la resistencia frente al abuso del poder y la existencia de un territorio de justicia separada del poder. Es la separación del concepto de pecado (culpa en relación con Dios y con el juramento de fidelidad hecho personalmente con El) del concepto de delito, reato o violación de la ley positiva impuesta por el poder.
El primer estadio o estrato de Occidente, desde esta perspectiva de la Comunicación Social, establece por tanto un fundamento por encima de cualquier interpretación, unos cimientos inmutables que en alguna manera están presentes en la memoria genética de todos los occidentales y en colectivo a inteligencia grupal heredado de nuestros antepasados.“. La libertad de expresión nace como la profecía al interno de un grupo social en el que el gobierno político-sacerdotal tiene el monopolio del poder, cuando la palabra pronunciada por un Dios sin nombre no se identifica con la mayoría dominante ni con la ley positiva de los gobernantes sino que se exprime mediante nombres del grupo que no residen en los palacios ni en los templos”. No responde a la dictadura de la mayoría ni tampoco a programas de marketing. Es la voz que nace donde quiere, es lo antideductivo, lo profético. Occidente existe en una ética natural transfigurada en una moral cristiana, religiosa y transcendente. Existe sobre los principios de igualdad, de amor de los unos por los otros, de espíritu de superación, de respeto a los mejores, etc.
La bienaventuranzas son como un manual de Comunicación Social. Recogen las “VIRTUDES HEROICAS”. Los pueblos conocían la existencia de un ideal que estaba fuera del alcance de la mayoría, que era “heroico”, y aprendían a mirar por encima de lo pequeño, a pensar en grande, a actuar con perspectivas eternas. Las gentes aprendían desde niños que ofrecer ayuda y cuidados (amor) a los demás era un principio de supervivencia colectiva, era realizar su propia existencia y era su obligación.
En este primer estadio original las bienaventuranzas como “meme” o paquete de información y comportamiento significan:
• Un sistema de convivencia. El entramado social que permite la vida de un clan, tribu o pueblo forjado en la “comunión”. Es cuestión de supervivencia del grupo y por eso los principios son normas de obligado cumplimiento.
• El “amar” a los demás de la tribu, al próximo, es el factor que resume todos los demás preceptos. El amor es aquí la fuerza de la vida, de la evolución y su carencia suponen involución: amar significa no matar, no robar, no blasfemar (la blasfemia es un horrible pecado contra la identidad misma del grupo que se identifica como un pueblo, una tierra, un dios).
• La misericordia es manifestación necesaria de ese amor y es condición esencial entre quien guía una sociedad, entre los sabios y justos y significa cuidar de los huérfanos, de las viudas, de los enfermos, educar a los jóvenes, respetar a los ancianos, dar de comer al hambriento, atender a quien lo necesita. Porque todo ello es supervivencia de la tribu.
• Estos modos de comunión se organizan en la religión y el mito. Por eso las tribus con religión sobrevivieron más que aquellas que carecían de ella, porque fueron capaces de crear y entender y explicar las razones de la existencia del propio grupo, su sentido, su identidad. Crean un relato que justifica la tribu y el poder y la función de grupos de población aparentemente no prioritaria como los sacerdotes o los guerreros.
• Este relato es resultado de una tradición, de miles de años de experiencia en todos los ámbitos de la convivencia, desde el comer y el vestir a la guerra, desde la higiene y la distribución de deberes a la caza, desde el cultivo (la cultura) de la tierra a las herramientas. La sabiduría y la justicia vienen por eso avaladas por el pasado, un pasado anterior a las leyes, a los jueces y a los sacerdotes. Un pasado que recoge un pacto directo de la tribu con dios y que los Profetas tienen el poder y la capacidad de recordar y de hacerlo saber permanentemente a los poderes fácticos.
• Todo se regula, explica y debe atenderse conforme a esa tradición que es la moral (“costumbres de los antepasados”) y la religiosidad y el culto, las relaciones sociales, la libertad, la dignidad personal, la propiedad….etc.
• Este sistema se transmite en “memes” memorizados antes que recogidos que en los libros sagrados. Es un sistema informativo. Ordena, controla y organiza los comportamientos del individuo y de los grupos. Es un sistema de comunicación social.
• Además, al establecerse sobre “virtudes heroicas” como la fe, la esperanza o el amor y sobre pautas de excelencia como la prudencia, la justicia, la fortaleza o la templanza, al separar con claridad el bien y el modelo de sabio y justo del mal o modelo de impío y negación, posiciona al grupo y al individuo como aspirante a la perfección, a la excelencia, a la aristocracia o búsqueda del bien.

DERECHOS HUMANOS. El segundo estrato o estadio en el establecimiento de lo Occidental desde la perspectiva de la Comunicación Social que nos ocupa adquiere protagonismo en el Renacimiento. Introduce como valores primigenios y preferentes, sagrados (teologiza) la Dignidad y la Libertad del Hombre
Con el Renacimiento, y a lo largo de los siglos posteriores de la Edad Moderna tiene lugar el afianzamiento de un segundo gran estrato en la evolución de la Comunicación Social en Occidente. Sintetizando, podemos resumir en tres las grandes aportaciones de este segundo estrato del “alma” occidental. El primero tiene que ver con la concepción y el papel del hombre en el mundo, el segundo con la aparición de un modelo de referencia social que es el Príncipe y el tercero con el nacimiento del concepto de Utopía.
Desde la perspectiva de la Comunicación Social, el Renacimiento en su conjunto tuvo que resolver un básico problema social derivado de la pérdida de confianza en las instituciones que soportaron los siglos pasados y de la falta de credibilidad de la Iglesia Católica de su tiempo y en el sistema por ella establecido. Los grandes titanes del Renacimiento se vieron obligados a buscar certezas y referencias nuevas y sobre todo un nuevo orden social y político.
Lo encontraron por encima de todo en el propio concepto y papel del hombre individuo con sus personales obligaciones y derechos derivados de su condición de “hijo de Dios”. Hasta el punto que consagraron la dignidad humana, teologizaron y dieron valor por encima de las leyes al hecho mismo de ser humano, establecieron no tardando los derechos humanos como esenciales a la propia condición. La presentación que Pico della Mirandola hace del hombre define todo el Renacimiento.
Elemento determinante de este “nuevo” hombre renacentista es la libertad (el libre albedrío) y de ella todo deriva. La libertad, presente ya como concepto y ejercicio tanto en el clasicismo griego como en el cristianismo, adquiere aquí una función igualmente fundante, es igualmente teologizada, elevada a categoría de premisa, inseparable de la dignidad del hombre y apriorismo a cualquier sistema establecido. El libre albedrío es la capacidad que el individuo tiene de construirse a sí mismo y la conciencia de que todo depende de su inteligencia, su capacidad de acción, su voluntad. Estas dos concepciones, el de la dignidad del hombre por sí mismo y el de la libertad son esenciales y preciosas incorporaciones que el Renacimiento dió a Occidente .
Bajo esa enorme transformación, tuvo lugar todo el mundo moderno y las monarquías modernas. Como soporte de esos poderosos reinos nacen en toda Europa sistemas complejos de comunicación social que en su evolución directa han llegado hasta finales del siglo XX. Estos Sistemas son producto de la necesidad que los soberanos tienen de control social adecuado a la nueva época y se definen por objetivos derivados de las premisas a que nos venimos refiriendo. Todos ellos establecen estragegias de Comunicación Social con dos fases: defensiva una, ofensiva la otra. En su fase defensiva crean leyes y normas de control de la información, de seguiiento y persecución si fuese necesario de los movimientos ideológicos y religiosos, crean policias “políticas” y tribunales (la Inquisición era común a todos los reinos y religiones), establecen impuestos sobre el papel, sobre la tinta, sobre correos…etc. En su fase ofensiva aprovechan de las tecnologias nuevas, la Imprenta, la distribución por correo sometida al timbre, las redes de información y espionaje abundantes, el periodismo y la propaganda. El Periodismo nace con los Avisos (“Nouvelles”, “Courant”, “Zeitungeng”) que a partir del siglo XV están regularizados como publicaciones ocasionales pero con un formato y estructura regular; la llegada desde estos Avisos a los actuales diarios es solo cuestión de tiempo y periodicidad. La Propaganda, potenciada por las guerras de religión, queda definida como formato en el Concilio de Trento, el primer organismo oficial de propaganda es un dicasterio vaticano, el “De Propanda Fide” y desde entonces todas las monarquías la han utilizado en su estructura basica ligada a la educación, los periódicos, la publicidad, etc. Hasta nuestros días.
Y así, mientras Galileo buscaba la formulación de las leyes físicas del Universo, Maquiavelo trató y buscó las leyes naturales del Poder Político y reflejó en torno a un modelo humano (el Príncipe) el nuevo referente de credibilidad, estabilidad y organización de ese poder. El Príncipe es propuesto por Maquiavelo como un mito universal, como un nuevo héroe clásico adaptado a una época de versátiles comerciantes y prepotentes conquistadores. Como referente mítico, sin embargo, El Príncipe no asienta su capacidad referencial en el pasado sino en el futuro, no se sitúa por encima del quehacer ordinario ni contra él como los profetas sino es un ejecutor, un gestor de la realidad que debe someterse a fines. Tiene el deber de orientar su comportamiento a un conjunto de valores y virtudes que personifican y hacen posible esos objetivos. Como referente es moral y cuenta por ello con valores nuevos. La astucia, ¿no era una cualidad clásica, cantada por Homero como propia de los dioses?. La estrategia, el cálculo racional, el riesgo, la valentía, el honor y respeto a la palabra dada y a la promesa, la aplicación estricta de la ley, etc., son todas características que definen e inmortalizan a los héroes del clasicismo. El Príncipe es por tanto una síntesis de Ulises y Aquiles, de Héctor y Eneas, de Alejandro Magno y Julio César, de Augusto y Adriano…. Con el personal compromiso de ser el mejor y de cuidar y consolidar su poder y su reino en pro y bien de sí mismo y de sus súbditos.
Este Príncipe, con los Renacentistas, navega con objetivos terrenales, a la vista. Los “nuevos” principios morales por los que se rigen, la libertad ante todo, el honor, la independencia, la responsabilidad por el bienestar de sus súbditos, el bien común, la astucia, el cálculo racional, el arte de la guerra, etc., son todos valores que se alcanzan en este mundo. La plasmación de esos valores en una concreto lugar visible y al alcance, en una posible ciudad de la felicidad la llamaron los coetáneos con Tomás Moro UTOPÍA. La utopía es la visión de una modernidad al alcance, de un futuro posible, sin lugar y sin tiempo. La Utopía es la racionalización de la Profecía. El Paraíso Perdido del pasado se transforma en una atemporal presencia en el futuro al alcance de la acción del hombre. La Utopía es el Dorado de los conquistadores, la Ciudad del Sol de Campanella, la Paz franciscana, la Reforma del orbe católico soñada por protestantes y católicos, las Misiones jesuíticas, las sociedades secretas, las sectas religiosas, etc.. Un mundo perfecto al alcance.
La Utopía da lugar a la secularización de la moral, a reglas del comportamiento que descienden de estrategias por objetivos decididas por un poder central político o religioso en diferentes combinaciones. Ese poder opera a la búsqueda de una realización, de la ciudad “Utopía” que es posible alcanzar en esta vida, aunque sea después de ímprobos esfuerzos a través de impenetrables selvas llenas de desconocidos peligros. Es por eso la Utopía la secularización de la Profecía, como una perfección alcanzable con el esfuerzo humano y con herramientas heredadas del clasicismo redescubierto. Esa secularización de los principios de la moral, el sometimiento intervencionista a un poder decisor y a una estrategia racional por objetivos, es la base de los Códigos civiles pero también de los Catecismos, de los Estatutos, de la Reglas Comerciales y Contables, del concepto mismo de “Oficial” y burocrático. Es esa misma secularización la que provoca la expulsión y exterminio de los movimientos utópicos puros: Moro fue ejecutado en 1535, Europa vive cien años de guerras de religión con el establecimiento de la Inquisición en todos los territorios y la huida a América de las sectas más radicales….. La misma secularización siempre provoca la expulsión total también de la Profecía del interno de las Iglesias confesionales que se transforman en estructuras-estado. O, en sentido contrario, sectas reformistas llevan la utopía religiosa a un estadio más radical, a una nueva utopía pública y privada con la abolición de la propiedad, la comunión de los bienes. La idea de que se pueda establecer en la tierra el “Reino de Dios” en una comunidad de elegidos da lugar a muchos movimientos y sectas y fundamenta movimientos sociales en los siglos venideros.
La Reforma y Contrarreforma establecen las fronteras de esa Utopía. Con el general intervencionismo de la estrategia por objetivos, hacen de la moralización una modelización. No se trata de un salto desde lo teológico a lo civil o secular sino de una continuidad, una metamorfosis que mantiene lo religioso en lo profano: nacen religiones estatales, formas de estado con “religión”, se imponen modelos político-económicos de organización social con una estructura básica de cariz religiosa, en modo que sectas, movimientos, grupos revolucionarios…todos establecen unas organizaciones “copiadas” de lo eclesiástico, se llenan de enciclopedias, credos y catecismos y se dedican a promocionar dioses alternativos (la “diosa razón” o el “dios estado”).
El resultado de ese largo proceso de más de tres siglos es la consolidación de un sistema político y social basado en una simbiótica relación entre los dos complementarios estratos de valores occidentales a los que ya nos hemos referido. El luteranismo es probablemente (y tal vez los jesuitas) quien mejor soluciona esa ambivalencia. Distingue entre justicia humana y justicia divina, sometidas ambas al principio de : “buscad primero el reino de Dios y su justicia, el resto os será dado por añadidura”. La cultura de la razón debe servir a la cultura del corazón. Distingue entre obras y creencias, entre merecimiento y misericordia, entre ley y evangelio, entre la relación directa con Dios a través del perdón que los creyentes reciben de su creencia en Dios y la justicia de los humanos, preferentemente pensada para los demás, para los otros
Los luteranos consideraban las Bienaventuranzas como la parte más peligrosa y provocativa de la Biblia. Consideran –sobre todo los luteranos tardíos- que se trata de una exagerada interpretación de la ética de difícil aplicación práctica. Teólogos más actuales como Karl Barh y Rudolf Bultmann, basados en San Agustín, Tomás de Aquino y Lutero, opinan que lo que las Bienaventuranzas proponen es una ética de responsabilidades, una ética de acción más que de palabra e interpretaciones. Definen una clara diferencia entre el rigorismo del cumplimiento de la Torá y de la Ley y la compatibilidad entre el amor humano y la misericordia. Se trata de una doble línea de entendimiento de los “memes” sagrados del cristianismo aceptada en el Renacimiento y en modo magistral recogida en uno de los discursos del Quijote .
Las bienaventuranzas son por tanto para los Renacentistas un espacio complementario de referencia y posición. Es obligación del Principe la conquista de la Utopía. La Utopía se sitúa en el futuro, es un fin al alcance, es el Reino de Dios convertible en Reino Humano. En ese logro trabajan con nuevos valores y nuevos tiempos. Los antiguos valores sagrados pasan a un función de complementarios. La fuerza básica de ese proceso está en la capacidad invidual de cada uno, como hijo de Dios, dotado de libertad (libre albedrio) que exige acción, movimiento, guerras, conquista, colonización, imposición. La libertad es el dominante de los nuevos valores. La justicia consiste, como D.Quijote recuerda, en la decisión justificada y equilibrada del poder sobre los súbditos, sin importar su cualificación ni su riquezas, tratando igual al rico que al pobre. La Misericordia es un añadido, positivo y recomendable para el príncipe porque hará benévola su justicia, pero es un valor complementario. El “amor” a los demás es otro valor complementario que tiene que ver con la estética individual y colectiva, con la imagen social de personas e instituciones. La paz no tiene ya que ver con factores de supervivencia de la tribu porque para eso se han creado cuerpos militares sino con las apariencias, la limpieza, la higiene social, con el respeto a lo instituido, camino único para llegar al buen fin deseado. Buena parte de esos nuevos valores se resumen en la palabra CARIDAD, el ejercicio benevolente que permite resolver donde no llega lo público, establecer y dar a la luz la misericordia, hacer visible una cierta higiene social, dar sentido humanista a situaciones difíciles.

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TERZA PARTE

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Así pues, entre los siglos XIV/XV y finales del XVIII tuvo lugar el afianzamiento de un segundo estrato en la acumulación de valores que definen Occidente. Se superpone como propio al anterior aunque muy mezclado y da lugar a una nueva forma de entender la Sociedad, la Comunicación Social y la Organización del Poder.

• El primer cambio decisivo tiene lugar en la “teologización” de la dignidad del hombre, que se propone como centro de todas las cosas y como personalmente responsable de la evolucion del mundo. La doctrina cristiana establecia la igualdad entre los hombres y hasta el sometimiento de la ley al hombre, pero en el desarrollo de siglos del cristianismo no había sucedido así. Es el Renacimiento quien definitivamente establece para Occidente que el hombre es “teológicamente” digno, es decir, la dignidad es previa a todo, a cualquier ley y sustema y está por encima de cualquier situación.
• La libertad es la característica que define por encima de todo al hombrey caracteriza esa dignidad humana. La libertad es también “teologizada” porel Renacimiento, situada como previa y por encima de cualquier situación humana. Para los renacentistas, libertad es sobre todo responsabilidad y obligatoriedad del hombre en la construcción de sí mismo y, como derivada, de todo lo común
• El Principe es ahora el prototipo de hombre nuevo. Está más relacionada con la acción y con los héroes del mundo clásico que con los Sabios y Justos de la Biblia, dando una lectura nueva a lo que es Sabiduría.
• La Utopía es la racionalización de la Profecía. Cambia la vuelta a un Paraiso Perdido y a reglas de los antepasados reclamada por los Profetas por una visión situada en un futuro, a la vista, racionalmente organizado e hipotéticamente al alcance de la mano. Convierte el deber de los Principes en una misión, la de llevar a sus súbditos y a su reino a ese lugar dorado, utópico y al esfuerzo en alcanzarlo, al camino y al proceso por lograrlo, en el objetivo de la vida humana.
• En ayuda de ese esfuerzo odisiaco que es la via, recupera los definidos valores del clasicismo enterrados durante la larga época medieval como la valentía, el honor, la astucia, el riesgo, el cálculo… Sin desdeñar mezclarlos con los tambien viejos valores de la Sabiduría y la Justicia religiosas.
• Como tanto la visión como la misión son procesos racionales, se obliga a la creación de estructuras y herramientas que soporten los procesos. Da nacimiento así a, po rejemplo, la banca, el ejercito moderno, la pólvorar y las armas de fuego, instrumentos de navegación,la cartografía, el conocimiento del cielo y las estrellas, la razón y el álgebra… e, claro está, todo un complejo Sistema de Comunicación moderno en el que aparecen la imprenta, la distribuión, el periodismo, la propaganda…
• En ese entorno, la intelección de las bienaventuranzas cambia de espacio e importancia. Pasan a ser complementarios de los nuevos valores. La misericordia se transforma en CARIDAD. Un atributo que adorna las cualidades del Principe y le hace ser aceptado y querido por sus súditos. No es ya necesaria para la superviviencia de la Monarquía que ha desarrollado para ello otras muchas herramientas sino es benevolencia y manifestación de piedad. La Justicia es el cumplimiento y aplicación de las leyes en modo igual para todos aunque deben cuidar los jueces, como los Principes, su sentido de la benevolencia en favor de su propio respeto y prestigio. Los “pacíficos”, los “pobres de espíritu” y otros bienaventurados forman parte del santoral: los “Santos” sustituyen a los Sabios y Justos del mundo antiguo, y aunque se ofrecn como la conexión de este mundo con el cielo y con Dios y sirven de modelo último en las “Guías espirituales” y en la Confesión, son elemetos de apoyo a los valores dominantes que tienen que ver con la estrategia racional por objetivos, el valor,el honor, la astucia, el uso de nuevos instrumentos y tecnologias que ayuden a caminar hacia la utopía y mantener el poder.

DERECHOS POLÍTICOS. El siguiente gran estadio, el tercero, en la configuración de los valores de Occidente tiene lugar en torno al 1.800 con la sustitución de las Monarquías Absolutas por Estados Liberales. Las Revoluciones oficializan, introducen como derechos polen las Constituciones, los de Libertad, Igualdad y Fraternidad
Los Ilustrados modelizan la Utopía en el siglo XVIII, los liberales la establecen como Ideología en el XIX y los nacionalistas, fascistas y comunistas la imponen como Estado Totalitario en el XX. La Ilustración supuso la imposición de un modelo político-económico de organización social. En el siglo XVIII quedó consumada la transformación de la sociedad europea iniciada en el Renacimiento que situaba como armazón y estructura modelos de pensamiento y comportamiento basadas en una ética “civil”, política y económica. Los Ilustrados culminan la organización del Estado establecido con las Monarquías Modernas, imponen modelos de desarrollo económico y social resultado de cálculos racionales y dan con ello lugar al nacimiento de sistemas cerrados de organización que definimos como Ideologías, visibles a medida que avanza el siglo XIX: liberalismo, socialismo ….etc..
A lo largo de dos siglos, entre el 1800 y el 2000 tiene lugar un proceso que lleva la sociedad occidental hacia la universalización en los aspectos fundamentales de la vida: la educación obligatoria y después gratuita, la generalización del “habeas corpus”, la obligatoriedad de los impuestos, el sufragio universal, la masificación de las ciudades, el consumo masivo, la generalización del deporte, la homogeneización de los comportamientos por el marketing, los medios de comunicación de masas, etc. Este proceso de organización de la sociedad tiene como trasfondo la evolución de un modelo social basado en la Utopía que los Príncipes y Monarcas absolutos veían como objetivo a alcanzar hacia otro modelo social derivado que se siente capaz de alcanzar esa Utopía mediante la “aceptación” por la sociedad del nuevo Estado o Nación.
Los Ilustrados se sienten capaces, con el aval del poder monárquico absoluto, de establecer un modelo político-económico y de organización social planificado, una especie de modelización de la Utopía y del pensamiento. Tienen como fin el progreso, la mejora del hombre y de la sociedad, pero ahora a través de un programa impuesto por el poder político en nombre de la voluntad general. La autoridad política es un cuerpo único capaz de sacralizar y mitificar el nuevo credo, que da lugar a una “religión política”, a un monopolio del control y a la modelización del hombre sometido a una única fidelidad a la Nación y al Estado. La conciencia individual queda sometida a la conciencia colectiva de la nación, los sistemas de derecho y de ética quedan unificados en una única realidad y el individuo queda religiosamente consagrado como ciudadano súbdito por el hecho de su nacimiento (como si fuese el bautismo). El Estado, sustituye al Poder del absolutismo monárquico y eclesiástico imponiendo una confesionalidad laica, una IDEOLOGÍA como un nuevo credo.
Los viejos valores tanto sagrados como racionalistas se transforman en valores públicos que enmarcan un modelo, resumido en tres innegables e irrenunciables soportes, a saber, Libertad, Igualdad, Fraternidad. Estos principios se establecen como formalmente obligatorios a través de un proceso lineal: una fuente de poder que es la Nación, que se organiza en un Estado, en torno a una Ideología, que establece Fronteras, Impuestos, Servicios obligatorios (ejército, educación, redes, sanidad…).
Desde la perspectiva de la Comunicación los Estados Nacionales ponen en pie un sofistificado complejo de creación del consenso y de identidad nacional. Logran una apabullante capacidad de generar y administrar el pensamiento único a través de la escuela y de un sistema mediático intervenido que incluye agencias nacionales de noticia, redes estatales de distribución – ferrocarriles y correos -, publicística estatal, radios y televisiones públicas más tarde, todo ello junto a periódicos u otros medios privados y manteniendo el transfondo de religión del Estado. Ese formato de estabilización de la mentalidad colectiva – que pronto pasará a denominarse “opinión pública” – llega a su culmen a finales del siglo XIX con la llegada de los medios de comunicación de masas, el irrefrenable proceso hacia el sufragio universal y el consumo masivo. El poder fáctico, desde todos los puntos de vista, pasa a estar en las masas, en cuanto votan, consumen, empujan y promueven, agreden y sepultan políticos, empresas, instituciones y movimientos sociales. Hacia 1900 las masas son ya el objeto prioritario de poder y del deseo político.

Por eso en 1921 Walter Lippmann no duda en hablar de “manufacturación del consenso”. El consenso es fundamentalmente ideológico y desde ahí impregna todos los aspectos de la vida de las personas. Fundamenta sus actuaciones sobre bases científicas elaboradas en los avances de la neuropsiquiatría (Le Bon, Paulov, Freud, Reich…) y sus aplicaciones a la psicología y el comportamiento de masas. Así lo harán los creadores de grandes diarios de masas (Hearst especialmente), los agentes de comunicación política (a partir de lo que el gobierno inglés pone en marcha en la Primera Guerra Mundial) y los agentes de consumo paralelamente con la evolución del marketing. Ponen en pie un amplio número de ámbitos nuevos de acción en modo que las posibilidades de motivación, persuasión y control social se multiplican y facilitan. No sólo es la información a través de los periódicos y diarios o la actividad política propiamente dicha sino que los comportamientos y actitudes de las masas vienen determinadas por el consumo y la educación para el consumo, por el ocio y su uso como otro medio educador (piénsese en el Cine) y como un poderosísimo medio de participación y animación social (piénsese en el Deporte), por la universalización real de la educación en las escuelas, de la intervención en la vida económica y social (sindicatos, uso de instrumentos de pago y cobro, regulación de los impuestos y generalización de los mismos), etc.. Crea y estructura un complejo sistema de Mercadotecnia para un consumo masivo de bienes y sercivios, ocio y deporte, cultura y política. El Marketing como técnica de venta es fundamentalmente un sistema circular de relaciones entre ámbitos diferentes de la esfera social y termina por establecer reglas de comportamiento y actitudes vitales con mayor peso probablemente que la educación, la información y la política. La tecnología potencia las actividades de la Comunicación. Hablamos ahora fundamentalmente de tecnología electrónica, con los desarrollos del telégrafo, del teléfono, de la agencias mundiales de información, de la radio, del cine y más tarde de la televisión. Hablamos igualmente de la distribución a través de los ferrocarriles primero, electrónica después, que permite la llegada de cualquier oferta a los más recónditos lugares de un país.

En este entorno definido por el intervencionismo y la imposición de modelos desde arriba se llega en modo logico a una oficialización de las bienaventuranzas. La Fraternidad es uno de los principios ideológicos del Estado que está obligado a oficializar la ayuda a los desfavorecidos, a poner en pié un sistema público de atención a los enfermos, al cuidado oficial de los desvalidos. El muy antiguo “amarás a tu prójimo”, reconvertido en “caridad” en el Renacimiento, se configura en este tercer estadio de mentalidad colectiva como Fraternidad, algo obligatorio por ley, obligatorio para el Estado y soportado por los impuestos. La Paz y los pacíficos tienen que compatibilizar su anhelo de no violencia con el principio de responsabilidad del Estado en la protección de los más débiles y es moralmente aceptable tomar medidas políticas justas que pueden incluir, como último recurso, la violencia militar para garantizar los derechos humanos violados por el enemigo, aunque la paz sea la consecuencia directa del amor a los demás. Debe mantenerse la esperanza en un mundo más justo pero ello sólo es posible cuando los adversarios, competidores (enemigos) cuentan con una disposición similar y pueden avenirse a pactos y coincidencias. El mensaje revolucionario de Cristo sólo es posible cuando una mayoría de personas, incluidos líderes y decisores políticos, están decididos a cumplir y a imponer su cumplimiento.

La bondad es por tanto una función pública, obligatoria, de todos y de ninguno. La financiación de las virtudes sociales es igualmente pública o fomentada por la administración pública. El soporte de todas esas actividades está en los presupuestos generales de los Estados. Las fuerzas políticas juegan a favor o en contra de la amplitud de los servicios y cuentan con movimientos sociales, asociaciones cívicas sectoriales que cubren buena parte de las responsabilidades públicas liberando al propio Estado de responsabilidades.

Las bienaventuranzas se han convertido en un universal porque al ser públicas, cualquiera se las puede conceptualmente apropiar. La SOLIDARIDAD implica a todos. Los gestores de lo público están obligados a ejecutarla e incluso imponerla. A título individual cualquiera puede añadirse bondad contribuyendo con pequeñas cantidades de dinero en las declaraciones de impuestos o mediante subscripción a organizaciones parapúblicas o privadas que cubren los espacios donde no llega lo público y que buscan extender esa bondad, esa vieja misericordia y amor por la paz y la justicia, contra el hambre, a favor de la infancia desfavorecida, en defensa de la naturaleza, en desarrollo de específicas campañas contra enfermedades, catástrofes naturales, sectores sociales expulsados del sistema, etc..

Esa situación ha supuesto la generalización del “BUENISMO”. Todos pueden sentirse justos a precio de saldo porque no se exigen grandes esfuerzos a quienes no están profesionalmente implicados. Basta con manifestarse como seguidor de una bondad cualquiera –desde salvar niños o rinocerontes en África o seguir programas dietéticos, o ser fanáticos de la bicicleta…- o aportar cuotas accesibles de ayuda a una causa o inscribirse en grupos instigadores. No cuesta casi nada, sale potencialmente gratis, estar contra las guerras, a favor de movimientos alternativos, aliados con cualquier iniciativa de apariencia moral y bondadosa. Los esfuerzos personales exigidos son pocos y a voluntad.

Pero el “buenismo” crea sectas, activistas, líderes y gurús, sectores económicos (todo el textil para el montanismo o el ciclismo por ejemplo), marcas comerciales y empresas rentables, franquicias, movimientos políticos, etc. Y el “buenismo” puede alterar y ha cambiado la composición de las clases sociales. El caso más conocido es el de los “Radical Chic” como los más influyentes portadores del “buenismo”. El término fue acuñado por Tom Wolfe en 1970 referido a la adopción de causas políticas radicales por gentes del mundo del espectáculo, del cine y la música y por gentes de la alta sociedad de Nueva York. Mezclaban imagen pública, superioridad moral y noble elegancia al defender causas como la adopción de niños, la defensa de las mujeres maltratadas, campañas a favor de concretas enfermedades, etc., pero con un evidente nivel de cinismo. La defensa de nobles causas no cambiaba nada su nivel de vida ni imponía ninguna transformación en su conducta moral. En ese entorno se ha generado en todo el mundo occidental una cierta nueva clase social: comprende personas con ingresos muy diversos pero que concuerdan en manifestar otros signos de estatus como interés manifiesto por cualquier tipo de causas de implicación moral, estilos de vida diferenciales y “superiores”, dietas consideradas saludables, visitas frecuentes al gimnasio y ejercicio físico, meditación de origen oriental, inscripción de los hijos en escuelas exclusivas, cuidado total en la selección y origen de los productos alimenticios sobre todo si se trata de una “producción vistosa” o conocida… Formando en esta extendida clase de radicales auto-referenciados, dan pruebas evidentes de superioridad moral, se proponen como clase emergente y de futuro, pueden mirar a los demás como inferiores, retrasados y despreciables .

Entre finales del siglo XVIII y finales del siglo XX tiene lugar otro importante salto cualitativo en la acumulación de valores que definen el mundo occidental y proponen también un modo nuevo de entender las bienaventuranzas:

• Desde el establecimiento como principios del nuevo Estado de la “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, la bondad se hace oficial. La misericordia, el amor al prójimo, la defensa del espíritu y de la bondad es sobre todo responsabilidad del sistema público, de las redes de asistencia, de la seguridad social.
• Nació como FRATERNIDAD, se consolido como SERVICIOS SOCIALES y se la conoce como SOLIDARIDAD. El cuidado de los enfermos, de las viudas, de los huérfanos, de los desvalidos, de los ancianos es una obligación institucional. De la Administración Pública y de Organismos parapúblicos o privados que recaudan sus presupuestos en parte de oferta privada y en parte de los propios dineros públicos. Los gestores de esas obligaciones estructuradas en sistemas administrativos son profesionales funcionarios o profesionales en organizaciones no gubernamentales más o menos voluntarios.
• La bondad, además de oficial, es también pública, es de todos y de ninguno. Para resolver una precariedad basta con llamar a un teléfono y la bondad queda justificada. No es necesario ni dar una limosna. La financiación de las virtudes sociales es pública y responsabilidad de la administración pública. La SOLIDARIDAD implica a todos. Los gestores de lo público están obligados a imponerla
• El soporte de todas esas actividades está en los presupuestos generales de los Estados. Las fuerzas políticas juegan a favor o en contra de la amplitud de los servicios y cuentan con movimientos sociales, asociaciones cívicas sectoriales que cubren buena parte de las responsabilidades públicas liberando al propio Estado de responsabilidades.
• La bondad es, además de oficial y pública, un universal porque está al alcance de cualquiera y cada cual puede sentirse bondadoso haciendo lo que considere. A título individual puede añadirse bondad contribuyendo con pequeñas cantidades de dinero en las declaraciones de impuestos o mediante subscripción a organizaciones parapúblicas o privadas que cubren los espacios donde no llega lo público y que buscan extender esa bondad, esa vieja misericordia y amor por la paz y la justicia, contra el hambre, a favor de la infancia desfavorecida, en defensa de la naturaleza, en desarrollo de específicas campañas contra enfermedades, catástrofes naturales, sectores sociales expulsados del sistema, etc..
• Ello ha supuesto la generalización del “BUENISMO”. Todos pueden sentirse justos a precio de saldo. Los esfuerzos personales exigidos son pocos y a voluntad.

VALORES DILUIDOS. El último gran estadio o estrato, cuarto, en la configuración de valores de lo Occidental tiene lugar en torno a la llegada del siglo XXI y se caracteriza por la universalización cuantitativa y la paralela individualización y uso casi a la carta de los valores identificativos de lo Occidental bajo el predominio de la Mercadotecnia, el Consumo y la Tecnología.
El siguiente estadio en esa transformación y superposición de entendimientos y valores occidentales ha tenido lugar a finales del siglo XX. Hacia 1980 y en todo Occidente llegaba a su cenit el desarrollo de una sociedad industrial basado en un estilo de vida relativamente homogéneo, con expectativas de desarrollo, una clase media consolidada, oferta afianzada de productos y marcas, relaciones de trabajo regulares y reguladas y un consenso cultural de máximos. En ese entorno arranca, siempre desde esos años ochenta, un proceso de globalización o mundialización. Se hizo primero a través de la facilidad de los transportes (aviones, barcos, trenes, camiones, coches, autopistas, puertos, aeropuertos); inmediatamente a través del desarrollo de las tecnologías y de las comunicaciones electrónicas (la computadora personal, internet, la telefonía móvil…); paralelamente con la globalización del sistema financiero, con la deslocalización de la industria estratégica y con la unificación en todo el mundo de marcas comerciales, productos, sistemas de distribución y venta, etc. Con una asombrosa rapidez y como consecuencia lógica, tuvo lugar la unificación de hábitos de consumo, modos de vida, costumbres y comportamientos.
La clave de ese cambio bastante radical está en las habilidades y prácticas de los gestores del consumo, es decir, del marketing. Porque las percepciones que la gente recibe, y por tanto aquello que define su toma de decisiones, vienen sobre todo del consumo. En el lenguaje de la Comunicación Social es evidente definir estos tiempos como post ideológicos porque el predominio durante dos siglos de modelos sociales ideologizados ha quedado cubierto por procedimientos definidos por el consumo y el marketing. El consumo y su orientación han producido un salto notable, desde la lógica de la homogeneidad a la lógica de lo particular o de la diferencia. El Consenso ya no se “manufactura” en torno a sistemas de ideas o modelos políticos sino en torno a redes de consumo. Hobsbawm lo resume con precisión: “No comprendí bien el significado de los 60´´. No era una revolución social o política. Se trataba más bien del equivalente espiritual de una sociedad de consumo: que cada cual haga lo que le venga en gana. No estoy seguro de celebrar la novedad”. La industria de las relaciones públicas y de la publicidad ha tenido capacidad demostrada de crear, construir y fabricar necesidades y deseos, establecer modas en todos los ámbitos de la vida y elaborar por tanto formas de comportamiento. La ininterrumpida presencia de pantallas y mensajes ha llevado a inmensas mayorías a estar convencidos de que lo esencial de la vida está en obtener cosas que están al alcance de todos y que son imprescindibles para que la vida sea considera satisfactoria.
La mercadotecnia tuvo que operar a partir de los años de 1980 en un mercado saturado y dominado por grandes marcas mundiales donde el consumidor estaba ya definido y atendido. Para encontrar nuevos nichos de mercado se vio obligada a provocar la pasión por la singularidad, la originalidad, lo extraordinario, la diferencia. Así fueron apareciendo la biodiversidad de los productos, la segmentación hasta la venta a la carta de productos convencionales (la leche por ejemplo), la búsqueda de perfiles y targets cada vez más reducidos de consumidores, el seguimiento individual de los compradores, la adecuación a los gustos e instintos segmentados de los seguidores, etc.. Las técnicas de promoción y lanzamiento de esa diversidad fueron utilizados sin prejuicios por todo tipo de minorías y movimientos sociales hasta el punto de convertirse en atracción dominante. Lo singular, lo alternativo, lo heterodoxo se impone en todo: comida, viajes, casa, política, educación, ocio, cuidado corporal, dietética…. Lo singular empuja hacia lo radical, lo llamativo, lo antisistema, lo especial, lo sorprendente
La situación se ha hecho más dura y canalla a partir de la crisis de los años 2007/8. La estructura social es un calidoscopio de figuras profesionales incomunicadas entre sí y obligadas a magnificar su diferencia como posibilidad única de encontrar sitio en el mercado. Lo antisistema es una estrategia de marketing y viene definida por estilos de vida donde las ideas o la filosofía sirven apenas de referente estético. Siguiendo esa estrategia de venta todos los movimientos sociales adoptan posiciones de secta, es decir, se consideran exclusivistas en su interpretación del bien y del mal: un vegano desprecia a quienes comen carne; un animalista se siente sabio y bueno protegiendo a los animales aunque desee el castigo y hasta la muerte a los toreros, por ejemplo.
Esa lógica de la diferencia agrupa a las gentes por factores de ensamblaje, normalmente hábitos de vida establecidos bajo la influencia de hábitos de consumo. El ensamblaje tiene lugar en las Redes Sociales y a través de la Conectividad. Los líderes del factor de ensamblaje conectados son aquellos que reciben más “me gusta” de seguidores, que cuentan con más “fans” o “fanáticos” de la causa. Los agrupadores del “me gusta” son los líderes de nuevos “partidos” de consumidores de redes.
La lectura de las virtudes de siempre y de las bienaventuranzas sufre una nueva transformación. Para marcar la diferencia, los valores, virtudes o vicios son cuestiones más próximas a la agitación, a la propaganda, a las promociones comerciales, a las estrategias empresariales y políticas que a características del individuo que tengan que ver con el espíritu y la propia salvación. Son asuntos y cuestiones de marketing e identidad personal o de grupo conectado.
La misericordia aparece en mesas petitorias (de fondos) y en días señalados para ser vistos en las televisiones y en las redes. Se recauda para causas nobles dejándose ver en esa actividad. La humildad y limpieza de corazón sirven para contraponer la soberbia comercial. Las estrategias de venta viven de la adecuación a los sentimientos y comportamientos de la clientela o de quien compra. La soberbia es un error de marketing. Era el más grave de los pecados capitales según los antiguos y hoy es el más grave pecado de marketing porque supone despreciar al consumidor y al cliente. Los “limpios de corazón” son agitadores mediáticos, casi “bandas organizadas” de defensores de causas con capacidad de presencia mediática con derecho a juzgar y tachar de condenables a todo lo que se opone a sus intereses. La fe y la esperanza son valores corporativos desarrollados en programas de coaching.
Hasta la perversidad tiene su espacio siempre que se presente como alternativa mediática. Como programa máximo de lo alternativo se ha desarrollado un discurso de perversidad doblando el esquema de las Bienaventuranzas. “Bienaventurado quien tiene un abuelo en el infierno”, proverbio cuyo origen desconozco pero que refleja bien este espíritu de radicalismo antitético. En 1987 Oliver Stone dirigió la película Wall Street. Presentaba allí a Gordon Gekko (Michael Douglas) como profeta de una nueva era. Gekko propone como estrategia un discurso de “Elogio de la Codicia” doblando el esquema y contenidos del Sermón de la Montaña, de las Bienaventuranzas: la codicia es el motor del mundo, “es válida, la codicia es justa, la codicia funciona, la codicia clarifica, penetra y captura la esencia del espíritu evolutivo. La codicia en todas sus formas, de la vida, del amor, del saber, del dinero es la que ha orientado la evolución de la humanidad y la que nos salvará”. La avaricia, uno de los pecados capitales, se ha convertido en anti-principio preponderante.
Como consecuencia, valores, virtudes y vicios son cuestiones más próximas a la agitación, a la propaganda, a las promociones comerciales, a las estrategias empresariales y políticas que a valores propios, personales, de los tiempos en que la salvación o los pecados eran cosa de cada uno. Son asuntos y cuestiones sociales.
En estos años tiene lugar una curiosa interpretación y lectura de la vida, de las virtudes y de las bienaventuranzas que intentamos resumir primero y justificar más tarde.
• Es la lógica de lo singular, de las diferencias, la que define este nuevo periodo dela evolución humana. Frente a la homogeneidad de la era industrial anterior, esta época nueva punta sobre lo individual.
• El consumo y el marketing son los responsables de ese alargado salto. Estrategias de mercado han logrado, con apoyo de la tecnología y cada vez más de la Inteligencia Artificial, operar a la carta con cada individuo, identificando su recorrido vital a partir de sus hábitos de consumo. La experiencia vital configurada por esos estilos de vida tiende, siempre acompañada por estrategias comerciales, a la agrupación y formación de núcleos de interés común fanatizados (“fans”) por la propia lógica de lo minoritario, de los sentimientos de buenismo por ejemplo. Es imposible o muy difícil entenderse con un “vegano”, con un “animalista”, con un fan del “running”, por ejemplo.
• En esa lógica de lo diferente, la CONECTIVIDAD entre individuos es la versión postmoderna de la solidaridad y de la fraternidad. La agrupación conectada es más fuerte, agrupada por un factor de ensamblaje (puede ser la bicicleta o el correr sistemático o la dieta o cualquier actividad capaz de modular comportamientos), se siente capaz de imponer su presencia a todos los demás, a los no agrupados en torno a su mismo vector. Los agrupadores del “me gusta” son los líderes de nuevos “partidos” de consumidores de redes.
• La misericordia y el amor por la justicia son comportamientos ligados al marketing personal y a la presencia mediática. Actores famosos que se dedican a recopilar hijos adoptivos en todos los continentes, ONGs que dedican buena parte de su actividad a generar presencia televisiva y mediática con el objetivo de conseguir fondos, es decir, solidaridad, de parte de ciudadanos que pueden justificar su propio amor por lo justo y su misericordia entregando pequeñas cantidades de dinero.
• La humildad es un factor de marketing. Las estrategias de venta viven de la adecuación a los sentimientos y comportamientos de la clientela o de quien compra. La vieja soberbia es un error de marketing. Era el más grave de los pecados capitales según los antiguos porque implicaba idolatría, el culto del yo y de lo mío por encima del culto a Dios y respeto a los demás. Hoy el más grave pecado de marketing porque supone despreciar al consumidor y al cliente.
• Los “limpios de corazón” son agitadores mediáticos, casi “bandas organizadas” de defensores de causas con capacidad de presencia mediática, desde Green Peace a los animalistas, grupos herederos de antiguas ideologías con derecho a juzgar y tachar de condenables a todo lo que se opone a sus intereses.
• La fe y la esperanza son valores corporativos desarrollados en programas de formación de ejecutivos y de coaching. Son una cuestión de identidad corporativa y una herramienta de entrenamiento, animación y promoción, la motivación que justifica jornadas y encuentros corporativos.

3º. Consideraciones.
La llegada de las masas al protagonismo de la historia occidental a principios del siglo XX y en la primera Guerra Mundial sobre todo aterrorizó a buena parte de las mejores inteligencias de la época como Ortega o Spengler. Jean d´Omersson, que vivió de joven esos mismos años, expresa con claridad el ruido que las masas producían y cómo asustó a las clases dirigentes europeas. Estaban convencidos (sobre todo Splenger) de que con las masas terminaba Occidente, la genética heredada del Imperio Romano, de Carlomagno, del Sacro Imperio Romano Germánica, del Imperio Español y las Guerras de Religión. Ernst Jünger, que publico en 1923 después de haber vivido la guerra como soldado en el frente, opinaba lo mismo. Culpaba de la decadencia de Occidente un poco a todos: a la Iglesia Cristiana moderna por haber aceptado la razón y la técnica y el cristianismo social y haberse alejado de su militancia de siempre, a saber, la de los creyentes como héroes, la de la milicia, la que exaltaba la belleza de la pobreza, la de la simplicidad monacal, donde “héroes, creyentes y amantes nunca mueren…porque renacen siempre como mito”; culpa de la decadencia al concepto liberal de libertad, dominado por la economía que obliga a los Estados Nación a la competencia y a la Guerra; culpa de la decadencia a la falsedad construida por la civilización que por someter todo a la razón ha sometido los comportamientos a la ideología, la cual, por el hecho de sistematizar el pensamiento y someterlo es falsa y nefasta.
La idea necesaria de Occidente se recuperó sin embargo después de la Segunda Guerra Mundial probablemente por la necesidad de enfocar el futuro de Europa hacia una época de paz y hacia la creación de la Unión Europea. Por proximidad en el discurso nos parece oportuno recordar aquí la conocida obra de Étienne Gilson, La Metamorfosis de la Ciudad de Dios (1952) porque analiza la evolución de la obra de San Agustín a lo largo de la historia y su relación con una posible nueva sociedad europea. Arranca de la idea que San Agustín tiene de pueblo (“sólo existe sociedad allí donde la concordia de la razón y del corazón tiene unidos a los individuos y a las personas”), marcando naturalmente ese consenso en la trama del espíritu y de la fe cristiana. Analiza la evolución de ese concepto para llegar a la conclusión de que no ha perdido su fuerza (no se ha metomorfoseado) a lo largo de los siglos. En sus recomendaciones finales para la construcción de la Unión Europea, aconseja a los líderes que la están llevando a cabo que no construyan una utópica Ciudad de Dios sino una eficaz unión de pueblos con instrumentos políticos y económicos pero que tales instrumentos y construcción no olviden que los fundamentos y últimos justificantes de la unidad está en las viejas virtudes del cristianismo. Una ciudad de los hombres “construida a la sombra de la cruz como un suburbio de la Ciudad de Dios” .
Vivimos en nuestros días otro momento de zozobra sobre los valores y el significado de lo Occidental y de Europa. Sentimos de nuevo la incertidumbre y el temor a desaparecer como sujetos históricos perdidos en los avatares de esta época. Por eso consideramos importante reflexionar sobre lo que, a pesar de todas las crisis, se mantiene y se ha acumulado como factor en el corazón de lo occidental y si es posible prever, a partir de ahí, cuál será su devenir.
Nuestra tesis es un análisis desde la atalaya de la Comunicación Social y establece cómo los diversos sistemas que han constituido y mantienen y por tanto definen lo occidental son resultado de una larga evolución que ha acumulado en estratos superpuestos. Podemos llamar valores o factores o estructuras a tales sistemas en la medida en que son los soportes afianzados por acumulación de siglos de concretas experiencias individuales y de grupo.
Confiamos que con suficiente claridad hayan quedado presentados los sucesivos estratos que constituyen dicha configuración. Uno primero, el originario, el religioso o mítico, donde las virtudes, los vicios y las bienaventuranzas tienen que ver con la supervivencia y el amor a los demás es obligación absoluta de orden, control y estructura social, es no robar, no matar, no crearse problemas con la mujer del vecino, ser sabio y justo cuidando de los enfermos, de los huérfanos, de las viudas, de los ancianos. La misericordia es cuestión de supervivencia, es imprescindible para el orden y la existencia de la sociedad. Es anterior a la ley y los Profetas lo recuerdan como herencia del Paraíso perdido. Un segundo estrato, bajo el descubrimiento del hombre como centro de todas las cosas y bajo la pasión por la razón, la libertad y la experiencia, introduce la Utopía como la racionalización del viejo mito y como un espacio potencialmente accesible en este mundo bajo la dirección de los Príncipes. Elaboran ya un sistema de religión del Estado con líneas y redes de alta eficacia en pro del bien común y la concordia dando a las viejas virtudes un valor de complementariedad: la Caridad es útil al Príncipe para fomentar el amor de sus súbitos; la misericordia es benevolencia, una más de las líneas de acción del Sistema. Un tercer estrato en la evolución que analizamos supone la conversión de la utopía en modelos ideológicos, susceptibles de ser impuestos a la sociedad. Un Estado Nacional intervencionista establece como una de sus funciones básicas la Fraternidad, que sustituye por tanto como concepto a la caridad en las funciones y deberes de la vieja misericordia y su posterior aplicación a bajo coste desarrolla la solidaridad primero y el buenismo más tarde. Y en el cuarto y último estadio, en nuestros días, las viejas virtudes y los viejos pecados y las bienaventuranzas y hasta el buenismo están al alcance de cualquiera. Cualquiera puede manejar a su gusto, a la carta, viejos o nuevos principios o su contraposición al gusto de cada cual en formatos que tienen que ver con el marketing, el consumo, la promoción y el entretenimiento.
En cualquier caso, todo es acumulado. Occidente lo es porque es consciente de tener las bienaventuranzas. Como factor y ejercicio de supervivencia social, como complemento de una utopía, como obligación social y buenista o como referente para un “Elogio de la Codicia”. Las “virtudes heróicas”, han sido y serán para siempre definición de lo occidental. Las bienaventuranzas existen y existirán como parte del espíritu y la identidad de Occidente. En alguna medida y en nuestros días cada cual adopta en relación a ellas una postura, un comportamiento. Cada cual según su propia consideración. Desde el desprecio de la ignorancia o del fanatismo laicista a la indiferencia o al renacido entusiasmo de movimientos nuevos de todo tipo. Que reivindican como Jung la belleza en la ascética y la simplicidad, la heroicidad salvífica de la fe o de la utopía, la dignificación de la vida en cualquiera de sus manifestaciones vegetales, animales o humanas.
En este sentido el actual Papa Francisco ha publicado hace poco más de un año una Exhortación Apostólica sobre el llamado a la Santidad. Dedica el capítulo tercero a glosar las bienaventuranzas como fórmula de santidad. Con una presentación muy radical en la que vuelve al significado original de las mismas. Sobre todo en los versículos 95-109 en los que claramente indica que no hay interpretaciones: ser misericordioso es recoger al que encuentras tirado en la calle, dar de comer, resolver el problema del hambre, a quien tenga hambre, resolver los problemas de los necesitados. Porque es ese el camino a la santidad. Se trata de una lectura, contrapuesta claro a las hoy dominantes, que afianza un sentido del cristianismo y de lo occidental. Tal vez pueda construirse un mundo o un occidente nuevo pero no tendrá mucho futuro si no se asienta sobre los inalterables valores de siempre.
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Foto
- nel primo riquadro Il discorso della montagna, Beato Angelico, Convento San Marco, Firenze.
- nel secondo riquadro Il discorso della Montagna. Dipinto di Carl Heinrich Bloch.

3 Responses to Le BEATITUDINI FONDAMENTALE RIFERIMENTO della CULTURA dell’OCCIDENTE. “La Storia dell’Occidente e dell’Europa si presta a molte letture”. Ecco quella della prospettiva della Comunicazione Sociale, volta a contribuire ad identificare l’identità occidentale.

  1. […] identitario que la Comunicación Social ha ido estableciendo a lo largo de los siglos. [segue] 1º. Proposición. La Historia en general ha leído la evolución de las sociedades desde […]

  2. admin scrive:

    La tesi di Jesús Timoteo Álvarez e Ingrid Schulze, ambedue docenti di giornalismo dell’Università Complutense di Madrid, sono chiare, suggestive, ma non convincenti. In sostanza i nostri da un excursus dell’evoluzione culturale e comportamentale dell’umanità, complessivamente considerata, arrivano alla conclusione che il bene trionferà, non come volontaria opzione morale, ma come necessità per proseguire nell’esistenza umana. L’insegnamento di Cristo sintetizzato nelle “beatitudini” a prescindere dall’adesione a una fede, dal credere o non credere in Dio, costituirebbe il programma su cui orientare la vita degli uomini. I nostri sostengono che già siamo su questa strada, nonostante tutto. Certo bisogna essere molto ottimisti, tanto da sottovalutare il male che si esprime innanzitutto nelle guerre, ma anche nei comportamenti quotidiani delle persone. Da un altro, diverso, punto di vista, tutto volge al male, che trionfa ed ha molto più fascino del bene. Certo è che per i cristiani l’insegnamento di Cristo non può essere un optional. In campo cattolico, fa bene papa Francesco a sostenerlo con forza, anche se pochi stanno ad ascoltarlo. Le tesi utopistiche dei nostri mi hanno fatto ricordare una tesi di Alberto Moravia secondo cui per quanto riguarda la guerra, “bisogna creare un nuovo tabù. Così come gli uomini hanno creato la interdizione dell’incesto, dovrebbero creare il divieto della guerra, un divieto interiore che diventi tanto abituale e sacro da allontanare «naturalmente» gli uomini dalla guerra” (vedi https://www.aladinpensiero.it/?p=83862). Sarebbe questa una bella evoluzione dell’umanità. Comunque il dibattito mi sembra interessante e da approfondire in molti aspetti.

  3. […] straordinario presso la Scuola Superiore di Comunicazione Sociale del Politecnico di Lisbona, collaborava da molto tempo con la nostra news, che ha ospitato suoi scritti caratterizzati da originalità, arguzia e profondità di pensiero che […]

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